Alejandra Salvatierra nació en 1990 en Santa Cruz, pero creció en Italia y ahí estudió Cómic e Ilustración en la Academia de Bellas Artes de Boloña. Ella y sus colegas ilustradores fundaron Canemarcio, un colectivo de arte underground. Fue la encargada de realizar el afiche para la XIV Semana del Cómic, llevada a cabo en el Centro Simón I. Patiño (CSIP), y conversamos un poco con ella para conocerla más a fondo.
_Contanos un poco acerca de tu experiencia en Italia con los colectivos artísticos.
Es una tradición bastante grande en Italia la de los colectivos. Digamos que ser parte de un colectivo no es solo una forma de esperar a que una editorial te publique, es también hacerlo por el gusto de hacerlo, no de ver realizados tus trabajos. Para mí, fue una experiencia fundamental porque aprendí muchas cosas, sobre todo de las otras personas que estaban en el colectivo. El colectivo, creo que junto a la universidad, fueron nuevas experiencias que se unieron y se completaron. Uno completó lo que faltaba de lo otro y viceversa.
_¿Qué rescatarías de cada miembro del grupo?
Hay diferentes cosas: de algunas personas admiraba mucho el estilo; de otras personas, el carácter, la organización… ceo que nos encontrábamos bastante bien porque éramos complementarios. Había personas que llevaban las ideas locas, había la otra persona que los hacía pisar la tierra, la otra persona que era más práctica y se ocupaba de las cuentas. Es una buena experiencia trabajar en grupo, óptimo.
_Vos particularmente, ¿en qué destacabas, qué aportabas al grupo?
No tengo idea de qué preguntarle a los chicos. Yo creo que era la parte exótica. Éramos 2 chicos extranjeros, yo y una chica suiza.
_¿En la Academia de Bellas Artes?
Sí. La verdad, terminó hace 3 años, pero continuamos de escribirnos y hablarnos de qué estamos haciendo. Todos mis amigos están continuando con esa escena, no directamente dibujando: hay personas que trabajan en editoriales o en imprentas, así que más o menos quedaron en ese rubro.
_¿Y alguno de ellos se ha interesado en venir a Bolivia a hacer algún proyecto?
No, no los he convencido.
_En tu sitio web decís que fue en Italia donde aprendiste a amar el arte. ¿Cómo fue ese proceso de enamoramiento con el arte?
La Academia de Bellas Artes, siendo una universidad bastante antigua, sí tiene una carrera más moderna como es el Cómic, pero también tiene su tradición de estudiar Historia del Arte, estudiar la técnica, estudiar la anatomía, dibujo, del verdadero, así que eso me ayudó mucho. Y en Italia, aparte, que estás siempre inmerso en el arte: aunque no querrás, el arte está en todos lados. Entrás en una iglesia: la iglesia es del 1600 o del año 1000, así que es inevitable.
_¿A qué se dedicaba el colectivo Canemarcio?
Éramos un colectivo underground, así que teníamos temáticas bastante fuertes. Eso nos distinguía bastante de la panorámica, porque nos alejábamos de la moda, teníamos temáticas fuertes: horror, un poco ‘dissacrante’, es algo que va contra las instituciones. No de manera tan fuerte o revolucionaria, no. También un tipo de ironía puede ser ‘dissacrante’.
_Hablabas de que otra de tus pasiones es la gastronomía. ¿Cuál es tu experiencia en este rubro?
He trabajado 2 años en un restaurante. Me gradué y dije “cómic… voy a darme un tiempito, voy a alejarme, ya dibujé mucho para mi tesis”. Pero me alejé demasiado del cómic, porque por 2 años no dibujé. Y sí, siempre estuvo ahí la gastronomía: trabajé en un restaurante y estuvo buenísimo, aprendí mucho. Tarde o temprano, las 2 pasiones se van a unir: el dibujo y la gastronomía. Todavía no sé cómo, pero va a suceder. Y me ayudó también a saber qué es lo que no quiero hacer, o sea, no quiero trabajar en un restaurante, al menos por el próximo futuro.
_¿Qué hay respecto a los viajes? ¿Qué es lo que más rescatás de ellos?
En sí, la experiencia, porque no podés dibujar si no vivís. No podés quedarte en tu casa: de tu cabeza no salen imágenes mágicas, creativas, si no has leído, no has visto, no has vivido. Las experiencias atraen historias, y las historias que vos vivís son las historias que mejor conocés. O las que escuchás en primera persona, que leés. Tenés que absorber todo eso, y es muy importante salir y conocer el mundo.
_Has tenido ciertas exhibiciones de tu arte en Boloña entre 2013 y 2016, ¿cuál fue tu experiencia con ellas?
La experiencia que recuerdo con más cariño es la del colectivo: tuvimos un par de exposiciones con ellos, pero la última fue la más triste, porque la organizamos como si fuera un funeral: era el funeral de Canemarcio, porque ya habíamos decidido separarnos. Hicimos como un ritual fúnebre, siempre al tema underground, como éramos.
_¿Y cómo armaron eso estéticamente?
El ambiente en sí era de manera un poco ‘cupa’ (cupo es algo oscuro, como una atmósfera de Edgar Allan Poe), con telas negras… había un altar en el que estaba una foto. Teníamos varias fotos de una señora que encontramos así en la calle, la encontramos en un baúl de fotos antiguas, un poco raras, así que las usábamos para hacer propaganda. Estaba este altar con la foto de un bebé, flores, como un funeral.
_Has tenido también experiencias en Diseño Gráfico, en algunos carteles.
Sí. He hecho sobre todo carteles para ocasiones gastronómicas, así que de alguna manera se unieron las dos pasiones. Otro trabajo que he hecho fue el diseño de una lata de Mac and Cheese para un restaurante, y todavía la usan; me gusta mucho. Abren la lata, preparan la pasta, la ponen en la lata, la cierran, la llevan a la mesa caliente y la abren en ese instante. Yo dibujé la etiqueta de la versión italiana de ese restaurante de la Mac and Cheese. Espero que digan: “¡Ah, fue una de las chicas que trabajaba aquí!”.
_Con respecto a tus ilustraciones, de las que has hecho hasta ahora, ¿cuál es tu favorita?
Es muy difícil, porque en realidad las vuelvo a ver después de años o meses y le tengo más cariño. O sea, en ese momento sí me gustan, pero creo que necesito pasar tiempo con ellas para sentirme un poco más conectada. Por ejemplo, me gusta mucho una cholita que está sentada con sus ollitas, que hice hace varios años, hace 4 años. Cuando la dibujé, me gustaba; era un dibujo que salió bien, pero después de tiempo la volví a encontrar, la miré y dije: “¡Guau, esta casera me encanta!”. Así que este tipo de amor y apreciamiento llega con el tiempo para varios dibujos.
_Y en cuanto a tus cómics, ¿podés hablarnos un poco de ellos?
Últimamente me he dedicado más a la ilustración que al cómic, y el último que he hecho fue para el concurso Eduardo Abaroa y es sobre una cholita luchadora, una historia de 12 páginas; colaboré con una guionista. Prefiero, sinceramente, colaborar con guionistas o escribir junto a ellos las historias. En general, cuando yo escribo mis historias, estas son mudas o contienen muy pocas palabras, porque tengo una visión más gráfica de las cosas y de las historias. Me gusta mucho más mostrar que hablar.
_De lo que has visto en Bolivia desde que llegaste, ¿qué creés que podría rescatar el arte boliviano del arte italiano? La movida, la gente, las relaciones.
Una cosa que en Bolivia tenemos la suerte de tener es que todo es nuevo y fresco. En Italia la cultura sigue, está, es muy presente, pero también esa presencia es agobiante, porque tenés una presión, tenés que llegar a cierto estándar, hay mucha competición. Aquí todo es nuevo, podés crear tus nuevas reglas, porque no está nadie encima de vos que te está obligando a seguir un cierto camino. No es que sea obligatorio tampoco en Italia, pero sabés que, cuando hay una tradición, obviamente eso influye bastante.