Comic Boliviano #27


Antología de Historieta. Premio Plurinacional Eduardo Abaroa 2016, (Artes gráficas, categoría Historieta). Ministerio de Culturas y turismo, La Paz, 2017.

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Es un verdadero placer tener en mis manos el primer tomo recopilatorio de historieta premiada a nivel nacional por el Ministerio de Cultura, en la categoría Artes Gráficas del Premio Eduardo Abaroa. Si bien se anunciaron los ganadores el pasado 23 de marzo, es recién ahora que se dispone del tomo en cuestión, de excelente formato y calidad.

Veamos el primer lugar: “London 1879” de Álvaro Ruilova. ¿Está de más decir que Ruilova pone un sesgo muy claro a la hora de definir cómics en Bolivia? Está él, y luego, están todos los demás. Convive en su propia esfera, irradia su propia luz y no hay nadie que le vaya a ganar en composición visual y competencia gráfica, jamás. Me parece que lo único que le falta es romper con su estilo hiperrealista y volverse loco, como Picasso. Con sólo 8 páginas, una conversación en Londres y unas fichas de ajedrez, Ruilova se las arregla para resumirnos su punto de vista acerca del conflicto marítimo, sus orígenes y consecuencias, con una economía de viñetas y unos diálogos envidiables. Otro acierto de Ruilova es que escribe sus propias historias, demuestrando calidad literaria y encandilándonos con su relato, en resumen, su trabajo constituye un merecido primer premio.

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London 1978 de Alvaro Ruilova

 

El segundo lugar: «El héroe del desierto», de Javier Quisbert. Premiado por la investigación histórica que rescata a un soldado prácticamente desconocido: el Coronel Rufino Carrasco, la historia se centra en la batalla que su división librará en Atacama en 1879, única con un saldo positivo para el ejército boliviano. Presentada en blanco y negro, con un tono ameno y varios datos históricos, este segundo lugar resuelve su relato con solvencia y justifica su lugar en la premiación.

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La primera mención especial: «El nido del Amaru» de Armin Castellón y Marcelo Fabián se sale por completo del escenario de la guerra del Pacífico y nos transporta a un mundo distópico, donde el conflicto por el agua y el discurso idealista de una sociedad “pura” se unen, en una metáfora interesante que se esconde tras la ciencia ficción para hacernos llegar un mensaje positivo. El diseño de personajes y la combinación de mundos (andino y post-apocalíptico, por decirlo de alguna manera) toman un sesgo idealista y denotan una cierta candidez, pero no dejan de ser interesantes.

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Por último está: “Alejo” de Cristopher Eduardo Rojas Frías. Esta historia rescata o recrea la verdadera rebelión protagonizada por Alejo Calatayud, un platero mulato que vivía en épocas del virreinato. En 1730 Calatayud lideró una violenta rebelión, y se convirtió en héroe local entre las masas plebeyas de la provincia de Cochabamba. La plasticidad yu movimiento gráfico de la historia, su mensaje de rebelión y de orgullo nacional, forman una combinación interesante, aunque no deje de sonar políticamente correcto, su propuesta gráfica, en tres tonos y con mucho dinamismo, permite que se ubique con comodidad entre las otras historietas de este tomo.

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Para terminar, cito a Jorge Siles, único otro crítico de historietas en el país, cuando opina respecto a este y a todos los concursos en general:

“Los concursos pueden mostrar el nivel en el que se encuentra la historieta nacional o local, tal vez, claro que sí, pero tampoco son determinantes a la hora de demostrar quiénes son los mejores o peores autores. En muchos casos, los mejores no participan (por ejemplo Álvaro, que ya es reconocido como el mejor sin haber puesto un pie en concurso alguno de historietas) y los peores, a veces, tampoco participan porque desconfían de su propio trabajo, ahora en medio hay un abanico enorme de personas que participan en concursos de este tipo incluso sin saber hacer historietas tan sólo por tratar de echar mano en algún premio económico y creyendo (no sin algo de razón) que cualquiera puede hacer historietas.

Como jurado en varios concursos, he podido apreciar siempre este fenómeno, hay buenos, malos, regulares y completos desubicados que no sabían siquiera lo que estaban haciendo, así como un alarmante ausentismo de los buenos autores que tenemos por estos lares. Ya me imagino un concurso donde Ruilova, Villegas, Arbelo, Zalles, Pórcel y otros capos se midan, a soñar se dijo. Por eso digo que los concursos no determinan el verdadero nivel que existe en la historieta local, lo mejor que tenemos no está en estos concursos […]. Lo que sí hacen los concursos es beneficiar al movimiento, creando expectativa y reconociendo social y económicamente a los autores que mal que mal, trabajan creando nuevas historias para deleite de sus seguidores” (Pueden leer el resto de su análisis sobre este premio, haciendo click aqui).


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