Legionario. Grandes Historias. Iarinsi Wilka, Rufoo Grafic, Xavier Xionius. Año 1, Número 1. Ancestro Cómics, mayo de 2018, La Paz, Bolivia.
Esta revista contiene tres historias:
“Abismo” de Wilka
Relata una propuesta futurista con muy buen entintado, en el que una muchacha del año 2298 –casi una sirena gracias a su traje de inmersión- se sumerge en el fondo del lago Titicaca para intentar hallar algunas respuestas. La propuesta es simple: ¿qué pasaría si en el fondo del abismo nos espera la magia, la fragmentación temporal, lo desconocido? De alguna manera, la protagonista se ve transportada a un tiempo muy anterior al suyo, una experiencia que debe aceptar sin cuestionamientos. Lamentablemente, este trabajo concluye tras apenas comenzar, aunque suma puntos por su coherencia narrativa.
“¿Y la yapita, case?” de Grafic
Trae un dibujo y propuesta completamente diferente. Un grupo de amigos se ha propuesto hacer un trabajo grupal, pero se distraen cuando a la casera de la esquina se le pierde su perrita: Yapita. Entre todos darán curso a la búsqueda del animalito, rescatándolo de manera completamente solidaria. Me encantó, principalmente porque la historieta dirigida a un público infantil en Bolivia es casi inexistente. ¿Es mucho pedir una historia divertida, con personajes claramente identificables, ambientada en nuestra urbe, que no trate de violencia, sangre y destrucción? ¿Cómo vamos a enganchar a los niños a la lectura si no es través del cómic? Por eso El Lustra, por ejemplo, sigue siendo el casi único personaje de circulación masiva para los chicos y chicas de la ciudad de La Paz. ¿Y los otros departamentos? Santa Cruz solamente tiene a El duende y su camarilla. Más historieta infantil, en todos los departamentos, con múltiples propuestas, nos hace mucha falta.
“El último hijo del sol” de Xionius
Mezcla de lo épico con el incario, jugándose para presentar personajes medievales en un entorno más o menos similar al de los últimos días del imperio Inca. Sin embargo, la leyenda de la derrota de Atahualpa, de Incarrakay (donde llora el Inca, un referente geográfico no exento de belleza), de la lucha con un demonio vasco, etc., se opaca por un detalle muy importante: el texto tiene múltiples errores ortográficos, de redacción y de simple tecleo. No es coherente con el resto de la propuesta gráfica que se imprima un texto con frases de este tipo: “[…] yo domino las montañas vascas. Mis dones provienen del INFRAMUNpO, me extiendo por.siempre y hoy devoraré tu cuerpo, robaré tu alma. Terminare con tu estirpe”.
Es necesario un trabajo de edición, de corrección de estilo, porque, como dice Arturo Pérez Reverte:
“No sé si los españoles somos conscientes –y me temo que no– de la gravedad de lo que está ocurriendo con nuestro idioma común. Del desprestigio social de la norma y el jalear del disparate, alentados por dos factores básicos: la dejadez e incompetencia de numerosos maestros (algunos ejercicios escolares que me remiten, con preguntas llenas de faltas ortográficas y gramaticales, de atroz sintaxis, son para expulsar de la docencia a sus perpetradores), que tienen a los jóvenes sumidos en el mayor de los desconciertos, y el infame oportunismo de la clase política, que siempre encuentra en la demagogia barata oportunidad de afianzar posiciones. Pero no pueden tampoco eludir su responsabilidad los medios informativos; sobre todo las televisiones, donde hace tiempo desapareció la indispensable figura del corrector de estilo –un sueldo menos–, y que con tan contumaz descaro difunden y asientan aberraciones lingüísticas que desorientan a los espectadores y destrozan el habla razonablemente culta. Y más, teniendo en cuenta que el Diccionario de la Lengua Española no lo hace sólo la RAE, sino también las academias de 22 países de habla hispana (de ahí tantas palabras que llaman la atención o indignan a quienes ignoran ese hecho), abarcando el habla no sólo de 50 millones de españoles que nos creemos dueños y árbitros de la lengua, sino de 550 millones de hispanohablantes, muchos de los cuales ven con estupor nuestro disparate suicida y perpetuo”.